lunes, 22 de agosto de 2011

Publico Visitante en las Categorias de Ascenso

  Es de publico conocimiento que hace varios años todas las categorias de ascenso del futbol argentino cuentan con la ausencia de la parcialidad visitante, esto se produce debido a los continuos disturbios que ocurrieron en dichas divisionales.
  A Raiz se esto quiero explayarme sobre 2 temas puntuales:

  - Dicha ausencia del publico visitante se comienza a gestar luego de un gran "Combate" originado por las parcialidades de Tigre y de Chacarita cuando sus equipos se enfrentaron en la cancha de Almagro. Poco despues ambos equipos ascendieron a la A, se enfrentaron y jugaron con publico visitante, ¿Que diferencia hay con enfrentarse en la A o en la B?, ¿La A garantiza que no va a haber disturbios? Puedo enumerar muchos ejemplos similares a este con equipos jugando en la B sin publico visitante y poco despues enfrentandose en la A con ambas parcialidades presentes en la cancha.

 - El ultimo fin de semana jugaron Independiente Rivadavia de Mendoza y River en Mendoza con "Publico visitante" o "Publico Neutral". ¿Esto viene de la mano de Villa, maximo opositor de Grondona, para de alguna manera llevarle la contra o sera la postura que tomara todo equipo del Nacional B que reciba a River para lograr una buena recaudacion? ¿Donde queda aquel decreto de la ausencia del publico visitante?

  Irregularidades de esta magnitud hay de sobra en un Futbol Argentino cada vez mas incoherente donde se deja ver, cada vez de manera mas explicita, que el negocio es mas importante que el espectaculo deportivo.

Leonardo Diana.

Razones del Fracaso de River

Cuando River Plate conquistó el campeonato de 1957 cerrando una década notable, nadie podía imaginar que por 18 años no conquistaría ninguno de los más de 18 campeonatos (desde 1967 dos por año) que se disputaron. Menos, ningún trofeo internacional. Para colmo de males, la década del ’60 fue muy buena para su archirrival Boca Juniors, quien conquistó los campeonatos 1962, 1964, 1965 y los Nacionales de 1969 y 1970 con sólidos equipos. No solo eso, sino que durante esos 18 años sucedieron hechos que River recordaría con tristeza para siempre: el penal atajado por Roma a Delem en 1962 que prácticamente consagraba campeón a Boca, la final de la Copa Libertadores perdida 2-4 contra Peñarol  luego de ir ganando 2-0 (ahí nació el mote de gallinas) y la mano del jugador de Velez Gallo en la línea del arco no cobrada por Guillermo Nimo (mano grosera que evitó un gol), en el triangular decisivo que consagró al equipo de Liniers campeón en 1969 por primera vez en su historia. River era sinónimo de frustración, mala suerte y poca templanza.


Roma vs Delem: "Penal bien pateado es gol".

El regreso del hijo pródigo Angel Amadeo Labruna como DT en 1975 y una brillante generación de jugadores, llevaron a River a conquistar el bicampeonato del mismo año y a terminar con casi dos décadas de fracasos. Parecía que todo volvía a sus cauces normales, sumado además que Boca a pesar de tener mejores equipos que en los ‘60s, sumaba una frustración tras otra desde 1970. Pero en 1976, Boca Juniors contrató como DT al polémico Juan Carlos Lorenzo y consiguió en 3 años el bicampeonato local de 1976, las copas Libertadores de 1977 y 1978, y la copa Intercontinental de 1978. Boca le subió a River la vara que este acababa de saltar en 1975. A partir de ese momento la copa Libertadores fue una obsesión para los Millonarios.


¿Pudo haber jugado en River?

River Plate siguió conquistando campeonatos locales de manera notable (Metropolitano 1977, Metropolitano 1979, Nacional 1979, Metropolitano 1980), pero un Boca Junios que luego de perder la final de la copa Libertadores en 1979, tuvo una paupérrima campaña en 1980 con una primera rueda para el descenso, nuevamente dio un paso adelante: contrató en 1981 a Diego Armando Maradona cuando River también coqueteaba con su contratación.  Este, secundando por un brillante Miguel Angel Brindisi y los restos del plantel de Juan Carlos Lorenzo, llevaron a Boca a la conquista  del campeonato Metropolitano de 1981 y le volvieron a subir la vara a River. Para el Nacional del mismo año, tratando de contrarrestar el huracán Maradona, River contrató a un caro y desabrido Mario Alberto Kempes. Dirigido por el gran Alfredo Di Stéfano  y con el ídolo de cabotaje Norberto Alonso en el banco, River pudo conquistar el campeonato Nacional venciendo al tenaz Ferrocarril Oeste en la final. También este 1981 volvía a instaurar en el inconsciente colectivo de River algunas imágenes: el 3-0 de Boca en la Bombonera con Maradona humillando al notable Fillol y a Tarantini debajo del arco.

El notable gol de Maradona en la por entonces oscura Bombonera.

Luego de esto Boca se hundió en el caos. Malos dirigentes, una economía arruinada y equipos de medio pelo lo llevaron a mediocres campañas por toda la década. Pero Boca no se enloqueció. Lamió sus heridas en la intimidad y de la mano de la dupla Alegre-Heller de a poco se recompuso, siendo sinceros con más éxito en lo institucional que en lo deportivo (Supercopa 89, Apertura 92 y otros títulos de poca monta devolvieron a Boca a los primeros planos al final de la década). En ese período, posiblemente se vio al mejor River, con algunos torneos locales y conquistando la mayoría de sus pocos torneos internacionales de la mano del Bambino Veira y un recordado equipo. Sin embargo, no podemos olvidar la imposición del sistema de los promedios luego de una pésima campaña del equipo de Nuñez en 1983, de malos resultados y tribunas vacías, que los llevó al borde del descenso.

La primavera de Boca a fines de los ’80 trajo una nueva variante a la relación que fue la paternidad de Boca sobre River. En rigor de verdad el análisis no marca una paternidad muy marcada como tiene por ejemplo River sobre Racing o San Lorenzo sobre Huracán, pero un par de rachas de victorias de Boca instalaron esa imagen en el inconsciente colectivo. Nuevamente Boca le subía la vara a un River que veía cada partido contra su eterno rival como un imposible que debía vencer por todos los medios a su alcance.

La llegada a la presidencia de Boca de Mauricio Macri en 1995 coincidió con un brillante tricampeonato de River. Ni los millones de Mauricio ni los más millones que la TV empezaba a repartir entre los clubes de fútbol, parecían que podrían detener a ese River que, conquistando por segunda vez la Copa Libertadores en 1996, alcanzaba a Boca en la cantidad de copas y con dos recordadas victorias en la Bombonera (2-0 y 3-0) parecía sacarse de encima el estigma xeneize.


Boca hace historia en Japón venciendo al Real Madrid.

No pudo ser. En 1998 arribó a Boca como DT Carlos Bianchi inaugurando la que fue, probablemente, la mejor década de un equipo argentino (o del mundo). Dos trofeos intercontinentales, cuatro copas Libertadores, dos Copas Sudamericanas, otros torneos internacionales menores (como Recopas) y varios torneos locales, fueron jalonadas por las conducciones de Bianchi y luego de Basile, Russo y hasta Ischia. Esto fue mucho para River. No solamente por la cantidad y calidad de títulos, sino además por el establecimiento de la marca Boca en el mundo, su rejuvenecido estadio, su novedoso Museo, su floreciente economía, sus brillantes divisiones inferiores y porque además, en los momentos cumbres, en los partidos definitorios, Boca le volvía a ganar a River, estableciendo para los millonarios nuevos y renovados hitos negativos como aquellos que ya describimos de los ’60:

Año 1999. 2-1 en la Bombonera con un jugador menos y dos lesionados (Bermudez, Serna, Abbodanzieri). Palermo define el partido de media vuelta pateando desde lejos a un lento Bonanno.

Año 2000: 3-0 en la Copa Libertadores, partido de vuelta en la Bombonera, con el recordado gol de Palermo luego de meses de inactividad.

Año 2003: El día del baile. Con goles de Battaglia y Iarley, Boca consuma un 2-0 en Nuñez estableciendo además una superioridad tal que provoca la salida del DT Pellegrini.

Año 2004: Recordada definición por penales en el Monumental en la semifinal de la Libertadores, sin público visitante.

¿Cómo reaccionó River ante esto? De la peor manera: renegando de su estilo.

  • Al paladar negro futbolístico, opuso el resultado a cualquier precio.
  • Al estilo atildado, buscó una garra que no estaba en sus genes.
  • Al espectador educado (el mismo que aplaudió la vuelta olímpica de Boca en 1969 en el Monumental), lo reemplazó por la Barra Brava.


Y ese fue el comienzo del FIN.

El mediocre cantautor Ignacio Copani dice en una de sus canciones riverplatenses “soy millonario por las glorias alcanzadas, no como otros que son hinchas de su hinchada”. Esto se olvidó casi por completo.

Asimismo, un terrible error que suele cometer River es ignorar la realidad. En épocas de la paternidad, cuando se repartía ante del partido con Boca la gacetilla del mismo a la prensa, en la misma figuró “River Plate vs Chaco For Ever”. Lo mismo hoy, cuando tanto la misma gacetilla como por los parlantes del Monumental, se habla del torneo Nacional y la letra B brilla por su ausencia. El editor de Olé, el reconocido riverplatense Leo Farinella, sigue colocando el escudo de su amado club entre los clubes de primera A, con argumentos de un chico de primaria. La negación de la realidad es compartida por todos.

Con respecto al tema hinchas, la gran diferencia es que la hinchada de Boca fue protagonista natural desde sus orígenes, y la de River fue una pasión inventada.


Los Borrachos del Tablón. Incluso el nombre de la hinchada
fue un robo, tomando la letra de una conocida canción que
 todas las hinchadas cantaban. Un robo al carecer de tradición.

Cada visita de Boca al Monumental desde los ‘90s generaba en dicho estadio una fiesta del local. Millonadas se ponían en manos de la barra brava para generarla. Obviamente luego la frialdad del público no podía sostener el cotillón que se mostraba con el aliento, pero el germen del desastre ya se estaba iniciando: la barra brava empezaba a controlar el club.

El final es conocido por todos: peleas, balazos, muertos, descontrol, droga, dinero. Todo se fue sumando a un River TOTALMENTE ENVIDIOSO de la realidad de Boca, sin grandes jugadores surgidos de las inferiores, comprando jugadores de segundo orden, con extrañas operaciones comerciales con ignotos clubes suizos, sin éxitos internacionales y cada vez más espaciados títulos locales, se fue hundiendo de a poco hasta que se acercó lo inesperado y como siempre era negado y minimizado: 

  • No nos vamos a ir al descenso
  • Menos a la promoción
  • La promoción la ganamos caminando


Todos estaban equivocados. Llegó el descenso. GAME OVER.


La tarde del descenso.

Todo terminó en el caos: jugadores agredidos dentro del campo de juego, un árbitro apretado en el vestuario y luego el caos: un estadio y un barrio circundante destruidos por hordas enfurecidas.

¿Podrá River abandonar su envidia, lamer en silencio sus heridas y reconstruirse para llegar a lo más alto? Depende solamente de ellos. ¿Podrán?

Carlos Diana

Los domingos Eran Una Fiesta

En nuestra infancia, el fútbol era de los domingos. Cuando uno concurría a un estadio, generalmente llevaba la portátil para escuchar como se desarrollaba el resto de la jornada que, salvo algún partido que televisaba Canal 7 los viernes a la noche como adelanto, se jugaba íntegramente el domingo. En todas las canchas, se gritaban goles que se convertían en otras.


Boca Juniors 1974, un campeón sin corona

El sábado, era el día del querido fútbol de ascenso. ¿Qué equipo de Primera iba a aceptar jugar ese día? Por favor, el latiguillo “ya vas a jugar los sábados” se lanzaba sobre el adversario caído y con posibilidades ciertas de descender a la vieja Primera B. Si lo sabrán los hinchas del viejo San Lorenzo...

Quienes concurrían al estadio, o seguían el relato radiofónico o asistían a ver los partidos de las diferentes ligas locales, como una vez por radio le comentaba con lujo de detalles Jorge Solari a Victor Hugo Morales, sentían la misma sana pasión por el fútbol. A quien no le dijo su madre “pero dejame de joder con el fútbol y la pelota...!”.

En los '80 comenzaron a llegar las imágenes de las ligas europeas y la AFA, so pretexto de mantener el número de asistentes a los estadios, no permitía que se televisaran los partidos en horario vespertino. A lo sumo, se televisaba fútbol inglés o la Bundesliga sábados o domingos a la mañana. Los días de semana, en cambio, comenzábamos a ver la Copa Libertadores de América.

Los domingos por la noche, teníamos a veces la posibilidad de ver los goles de la jornada en algún mediocre programa televisivo, en imágenes de dudosa calidad.

El fútbol era de los futboleros. De quienes íbamos a la cancha o de quienes lo seguían por radio desde los más recónditos puntos del país. De quienes sostenían a los clubes del interior con su esfuerzo o de quienes llorábamos por el club de nuestros amores sobre la vieja portátil de nuestro padre. Ser futbolero era ser grasa.

Los jugadores eran seres de carne y hueso, probablemente jugaban en 2 o 3 clubes en toda su carrera, y no era de extrañar que no jugaran en el exterior. Sabíamos las formaciones de memoria y en mi caso, que al equipo de mis amores lo veía con suerte solo 1 o 2 veces al año, ver aparecer sus colores emergiendo del túnel me hacía vibrar el corazón de la misma manera que me vibra ahora que lo recuerdo.

Luego, todo cambió. Ya conocemos la historia.

Comenzamos a ver fútbol de todo país, categoría, competencia, sexo, en cualquier día, horario, canal. Llegó la tecnología, la globalización, los “enterpreneurs” o como se llamen. Cambiamos Banchero por Locos por el Fútbol. La pizza de cancha por la hamburguesa.

Julio Grondona le regaló un negocio monumental a TyC Sports, inversión y riesgo 0, ganancias siderales.

A Julio Grondona ya no le preocupaba demasiado que la gente no asistiera a ver Atlanta – Comunicaciones un sábado porque se quedaron viendo Newcasstle – Liverpool, o el domingo prefirieran Getafe – Almería por sobre Racing – San Lorenzo. Tampoco, que el clásico Santa Teresa – Beravevú de Santa Fé no recibiera la concurrencia de otrora porque la gente de ambos pueblos prefirió por sobre la liga local, Suecia – Alemania por las eliminatorias europeas. De a poco, el fútbol local, fue muriendo. En los '90 llamarían a eso “más posibilidades de elección”...

Pero el fútbol se masificó. Los futboleros tuvimos que empezar a lidiar con los “newcomers”, los futboleros televisivos. Pocas cosas mas desagradables que esto. La misma madre que me reprochaba el fútbol, terminó colgando en casa un poster del Enzo, ya que recordó que era de River y habían salido campeones....

De a poco, el mundo de fantasía que TyC Sports y su socio Grondona nos proponían, comenzó a molestarnos.

Fútbol de Primera. Araujo y Macaya Márquez.


Abonos de cable cada vez más caros, Pay per View, partidos sin repeticiones de los goles, a cualquier día y horario y en cualquier cancha, entretiempos eternos, publicidades televisivas ocupando el 25% de la pantalla, camisetas de extraños diseños y colores, fixtures digitados, pasión inventada.

Como contrapartida, clubes endeudados, jugadores por el mundo, campeonatos devaluados de 6 meses de duración, barras bravas poderosas. Estadios del 3er mundo y palcos VIP. Gerenciamientos y quiebras. Violencia y fingido bienestar.

Como emergiendo de una novela fantástica, un Grondona “reloaded”, unos dirigentes deportivos con cara de piedra y un gobierno benefactor, liberan a la gente del yugo de Tyc Sports y proclaman: “El fútbol vuelve a la gente”.


Fútbol para Todos....

Ahora los 10 partidos de Primera División se televisan, en diferentes días y horarios, sin importar otras ligas regionales o categorías nacionales. Por una TV abierta que ni por asomo cubre todo el país, con un gasto exorbitante que no sabemos como se va a financiar. Con una AFA con un juicio en puertas millonario.

La pregunta es ¿era necesario?. ¿Es necesario que en la Argentina pasemos constantemente del blanco al negro sin matices de gris?

Recuerdo mi infancia. Me veo en la vereda de mi casa escuchando Boca – Banfield en 1976 con la vieja radio gris paterna. El relato trae un gol. Lejana se escuchaba una hinchada festejando. La duda nos carcomió hasta que el relator pudo decir “Gooooooolllll de Booooca” para que nos viniera el alma al cuerpo y pudiéramos salir corriendo festejando la conquista, ante la mirada comprensiva del vecino que nos miraba desde su ventana.

Terminado Boca – Banfield, armamos en la vereda el improvisado picado diario, con un árbol haciendo las veces de poste y la inmaculada blanca pared de una protestona vecina que no entendía que su pared, era el palo derecho.

El partido terminó con los últimos rayos de sol, que nos acompañaron como cada día. Nos fuimos a nuestros hogares sin saber quien era el 3 del Barcelona, ni quien había sido el ganador de la liga de Italia ni menos, obviamente, como jugaba el coreanito nuevo del Hamburgo. Por supuesto, no sabíamos que era el Once Caldas y pensábamos que las Chivas de Guadalajara eran parte de una granja educativa.

Recuerdo que en ese momento, el fútbol era mío, tuyo, nuestro, de los futboleros.

Porque los domingos, sin fútbol por TV, eran una fiesta.

Carlos Diana