lunes, 22 de agosto de 2011

Los domingos Eran Una Fiesta

En nuestra infancia, el fútbol era de los domingos. Cuando uno concurría a un estadio, generalmente llevaba la portátil para escuchar como se desarrollaba el resto de la jornada que, salvo algún partido que televisaba Canal 7 los viernes a la noche como adelanto, se jugaba íntegramente el domingo. En todas las canchas, se gritaban goles que se convertían en otras.


Boca Juniors 1974, un campeón sin corona

El sábado, era el día del querido fútbol de ascenso. ¿Qué equipo de Primera iba a aceptar jugar ese día? Por favor, el latiguillo “ya vas a jugar los sábados” se lanzaba sobre el adversario caído y con posibilidades ciertas de descender a la vieja Primera B. Si lo sabrán los hinchas del viejo San Lorenzo...

Quienes concurrían al estadio, o seguían el relato radiofónico o asistían a ver los partidos de las diferentes ligas locales, como una vez por radio le comentaba con lujo de detalles Jorge Solari a Victor Hugo Morales, sentían la misma sana pasión por el fútbol. A quien no le dijo su madre “pero dejame de joder con el fútbol y la pelota...!”.

En los '80 comenzaron a llegar las imágenes de las ligas europeas y la AFA, so pretexto de mantener el número de asistentes a los estadios, no permitía que se televisaran los partidos en horario vespertino. A lo sumo, se televisaba fútbol inglés o la Bundesliga sábados o domingos a la mañana. Los días de semana, en cambio, comenzábamos a ver la Copa Libertadores de América.

Los domingos por la noche, teníamos a veces la posibilidad de ver los goles de la jornada en algún mediocre programa televisivo, en imágenes de dudosa calidad.

El fútbol era de los futboleros. De quienes íbamos a la cancha o de quienes lo seguían por radio desde los más recónditos puntos del país. De quienes sostenían a los clubes del interior con su esfuerzo o de quienes llorábamos por el club de nuestros amores sobre la vieja portátil de nuestro padre. Ser futbolero era ser grasa.

Los jugadores eran seres de carne y hueso, probablemente jugaban en 2 o 3 clubes en toda su carrera, y no era de extrañar que no jugaran en el exterior. Sabíamos las formaciones de memoria y en mi caso, que al equipo de mis amores lo veía con suerte solo 1 o 2 veces al año, ver aparecer sus colores emergiendo del túnel me hacía vibrar el corazón de la misma manera que me vibra ahora que lo recuerdo.

Luego, todo cambió. Ya conocemos la historia.

Comenzamos a ver fútbol de todo país, categoría, competencia, sexo, en cualquier día, horario, canal. Llegó la tecnología, la globalización, los “enterpreneurs” o como se llamen. Cambiamos Banchero por Locos por el Fútbol. La pizza de cancha por la hamburguesa.

Julio Grondona le regaló un negocio monumental a TyC Sports, inversión y riesgo 0, ganancias siderales.

A Julio Grondona ya no le preocupaba demasiado que la gente no asistiera a ver Atlanta – Comunicaciones un sábado porque se quedaron viendo Newcasstle – Liverpool, o el domingo prefirieran Getafe – Almería por sobre Racing – San Lorenzo. Tampoco, que el clásico Santa Teresa – Beravevú de Santa Fé no recibiera la concurrencia de otrora porque la gente de ambos pueblos prefirió por sobre la liga local, Suecia – Alemania por las eliminatorias europeas. De a poco, el fútbol local, fue muriendo. En los '90 llamarían a eso “más posibilidades de elección”...

Pero el fútbol se masificó. Los futboleros tuvimos que empezar a lidiar con los “newcomers”, los futboleros televisivos. Pocas cosas mas desagradables que esto. La misma madre que me reprochaba el fútbol, terminó colgando en casa un poster del Enzo, ya que recordó que era de River y habían salido campeones....

De a poco, el mundo de fantasía que TyC Sports y su socio Grondona nos proponían, comenzó a molestarnos.

Fútbol de Primera. Araujo y Macaya Márquez.


Abonos de cable cada vez más caros, Pay per View, partidos sin repeticiones de los goles, a cualquier día y horario y en cualquier cancha, entretiempos eternos, publicidades televisivas ocupando el 25% de la pantalla, camisetas de extraños diseños y colores, fixtures digitados, pasión inventada.

Como contrapartida, clubes endeudados, jugadores por el mundo, campeonatos devaluados de 6 meses de duración, barras bravas poderosas. Estadios del 3er mundo y palcos VIP. Gerenciamientos y quiebras. Violencia y fingido bienestar.

Como emergiendo de una novela fantástica, un Grondona “reloaded”, unos dirigentes deportivos con cara de piedra y un gobierno benefactor, liberan a la gente del yugo de Tyc Sports y proclaman: “El fútbol vuelve a la gente”.


Fútbol para Todos....

Ahora los 10 partidos de Primera División se televisan, en diferentes días y horarios, sin importar otras ligas regionales o categorías nacionales. Por una TV abierta que ni por asomo cubre todo el país, con un gasto exorbitante que no sabemos como se va a financiar. Con una AFA con un juicio en puertas millonario.

La pregunta es ¿era necesario?. ¿Es necesario que en la Argentina pasemos constantemente del blanco al negro sin matices de gris?

Recuerdo mi infancia. Me veo en la vereda de mi casa escuchando Boca – Banfield en 1976 con la vieja radio gris paterna. El relato trae un gol. Lejana se escuchaba una hinchada festejando. La duda nos carcomió hasta que el relator pudo decir “Gooooooolllll de Booooca” para que nos viniera el alma al cuerpo y pudiéramos salir corriendo festejando la conquista, ante la mirada comprensiva del vecino que nos miraba desde su ventana.

Terminado Boca – Banfield, armamos en la vereda el improvisado picado diario, con un árbol haciendo las veces de poste y la inmaculada blanca pared de una protestona vecina que no entendía que su pared, era el palo derecho.

El partido terminó con los últimos rayos de sol, que nos acompañaron como cada día. Nos fuimos a nuestros hogares sin saber quien era el 3 del Barcelona, ni quien había sido el ganador de la liga de Italia ni menos, obviamente, como jugaba el coreanito nuevo del Hamburgo. Por supuesto, no sabíamos que era el Once Caldas y pensábamos que las Chivas de Guadalajara eran parte de una granja educativa.

Recuerdo que en ese momento, el fútbol era mío, tuyo, nuestro, de los futboleros.

Porque los domingos, sin fútbol por TV, eran una fiesta.

Carlos Diana

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