lunes, 22 de agosto de 2011

Razones del Fracaso de River

Cuando River Plate conquistó el campeonato de 1957 cerrando una década notable, nadie podía imaginar que por 18 años no conquistaría ninguno de los más de 18 campeonatos (desde 1967 dos por año) que se disputaron. Menos, ningún trofeo internacional. Para colmo de males, la década del ’60 fue muy buena para su archirrival Boca Juniors, quien conquistó los campeonatos 1962, 1964, 1965 y los Nacionales de 1969 y 1970 con sólidos equipos. No solo eso, sino que durante esos 18 años sucedieron hechos que River recordaría con tristeza para siempre: el penal atajado por Roma a Delem en 1962 que prácticamente consagraba campeón a Boca, la final de la Copa Libertadores perdida 2-4 contra Peñarol  luego de ir ganando 2-0 (ahí nació el mote de gallinas) y la mano del jugador de Velez Gallo en la línea del arco no cobrada por Guillermo Nimo (mano grosera que evitó un gol), en el triangular decisivo que consagró al equipo de Liniers campeón en 1969 por primera vez en su historia. River era sinónimo de frustración, mala suerte y poca templanza.


Roma vs Delem: "Penal bien pateado es gol".

El regreso del hijo pródigo Angel Amadeo Labruna como DT en 1975 y una brillante generación de jugadores, llevaron a River a conquistar el bicampeonato del mismo año y a terminar con casi dos décadas de fracasos. Parecía que todo volvía a sus cauces normales, sumado además que Boca a pesar de tener mejores equipos que en los ‘60s, sumaba una frustración tras otra desde 1970. Pero en 1976, Boca Juniors contrató como DT al polémico Juan Carlos Lorenzo y consiguió en 3 años el bicampeonato local de 1976, las copas Libertadores de 1977 y 1978, y la copa Intercontinental de 1978. Boca le subió a River la vara que este acababa de saltar en 1975. A partir de ese momento la copa Libertadores fue una obsesión para los Millonarios.


¿Pudo haber jugado en River?

River Plate siguió conquistando campeonatos locales de manera notable (Metropolitano 1977, Metropolitano 1979, Nacional 1979, Metropolitano 1980), pero un Boca Junios que luego de perder la final de la copa Libertadores en 1979, tuvo una paupérrima campaña en 1980 con una primera rueda para el descenso, nuevamente dio un paso adelante: contrató en 1981 a Diego Armando Maradona cuando River también coqueteaba con su contratación.  Este, secundando por un brillante Miguel Angel Brindisi y los restos del plantel de Juan Carlos Lorenzo, llevaron a Boca a la conquista  del campeonato Metropolitano de 1981 y le volvieron a subir la vara a River. Para el Nacional del mismo año, tratando de contrarrestar el huracán Maradona, River contrató a un caro y desabrido Mario Alberto Kempes. Dirigido por el gran Alfredo Di Stéfano  y con el ídolo de cabotaje Norberto Alonso en el banco, River pudo conquistar el campeonato Nacional venciendo al tenaz Ferrocarril Oeste en la final. También este 1981 volvía a instaurar en el inconsciente colectivo de River algunas imágenes: el 3-0 de Boca en la Bombonera con Maradona humillando al notable Fillol y a Tarantini debajo del arco.

El notable gol de Maradona en la por entonces oscura Bombonera.

Luego de esto Boca se hundió en el caos. Malos dirigentes, una economía arruinada y equipos de medio pelo lo llevaron a mediocres campañas por toda la década. Pero Boca no se enloqueció. Lamió sus heridas en la intimidad y de la mano de la dupla Alegre-Heller de a poco se recompuso, siendo sinceros con más éxito en lo institucional que en lo deportivo (Supercopa 89, Apertura 92 y otros títulos de poca monta devolvieron a Boca a los primeros planos al final de la década). En ese período, posiblemente se vio al mejor River, con algunos torneos locales y conquistando la mayoría de sus pocos torneos internacionales de la mano del Bambino Veira y un recordado equipo. Sin embargo, no podemos olvidar la imposición del sistema de los promedios luego de una pésima campaña del equipo de Nuñez en 1983, de malos resultados y tribunas vacías, que los llevó al borde del descenso.

La primavera de Boca a fines de los ’80 trajo una nueva variante a la relación que fue la paternidad de Boca sobre River. En rigor de verdad el análisis no marca una paternidad muy marcada como tiene por ejemplo River sobre Racing o San Lorenzo sobre Huracán, pero un par de rachas de victorias de Boca instalaron esa imagen en el inconsciente colectivo. Nuevamente Boca le subía la vara a un River que veía cada partido contra su eterno rival como un imposible que debía vencer por todos los medios a su alcance.

La llegada a la presidencia de Boca de Mauricio Macri en 1995 coincidió con un brillante tricampeonato de River. Ni los millones de Mauricio ni los más millones que la TV empezaba a repartir entre los clubes de fútbol, parecían que podrían detener a ese River que, conquistando por segunda vez la Copa Libertadores en 1996, alcanzaba a Boca en la cantidad de copas y con dos recordadas victorias en la Bombonera (2-0 y 3-0) parecía sacarse de encima el estigma xeneize.


Boca hace historia en Japón venciendo al Real Madrid.

No pudo ser. En 1998 arribó a Boca como DT Carlos Bianchi inaugurando la que fue, probablemente, la mejor década de un equipo argentino (o del mundo). Dos trofeos intercontinentales, cuatro copas Libertadores, dos Copas Sudamericanas, otros torneos internacionales menores (como Recopas) y varios torneos locales, fueron jalonadas por las conducciones de Bianchi y luego de Basile, Russo y hasta Ischia. Esto fue mucho para River. No solamente por la cantidad y calidad de títulos, sino además por el establecimiento de la marca Boca en el mundo, su rejuvenecido estadio, su novedoso Museo, su floreciente economía, sus brillantes divisiones inferiores y porque además, en los momentos cumbres, en los partidos definitorios, Boca le volvía a ganar a River, estableciendo para los millonarios nuevos y renovados hitos negativos como aquellos que ya describimos de los ’60:

Año 1999. 2-1 en la Bombonera con un jugador menos y dos lesionados (Bermudez, Serna, Abbodanzieri). Palermo define el partido de media vuelta pateando desde lejos a un lento Bonanno.

Año 2000: 3-0 en la Copa Libertadores, partido de vuelta en la Bombonera, con el recordado gol de Palermo luego de meses de inactividad.

Año 2003: El día del baile. Con goles de Battaglia y Iarley, Boca consuma un 2-0 en Nuñez estableciendo además una superioridad tal que provoca la salida del DT Pellegrini.

Año 2004: Recordada definición por penales en el Monumental en la semifinal de la Libertadores, sin público visitante.

¿Cómo reaccionó River ante esto? De la peor manera: renegando de su estilo.

  • Al paladar negro futbolístico, opuso el resultado a cualquier precio.
  • Al estilo atildado, buscó una garra que no estaba en sus genes.
  • Al espectador educado (el mismo que aplaudió la vuelta olímpica de Boca en 1969 en el Monumental), lo reemplazó por la Barra Brava.


Y ese fue el comienzo del FIN.

El mediocre cantautor Ignacio Copani dice en una de sus canciones riverplatenses “soy millonario por las glorias alcanzadas, no como otros que son hinchas de su hinchada”. Esto se olvidó casi por completo.

Asimismo, un terrible error que suele cometer River es ignorar la realidad. En épocas de la paternidad, cuando se repartía ante del partido con Boca la gacetilla del mismo a la prensa, en la misma figuró “River Plate vs Chaco For Ever”. Lo mismo hoy, cuando tanto la misma gacetilla como por los parlantes del Monumental, se habla del torneo Nacional y la letra B brilla por su ausencia. El editor de Olé, el reconocido riverplatense Leo Farinella, sigue colocando el escudo de su amado club entre los clubes de primera A, con argumentos de un chico de primaria. La negación de la realidad es compartida por todos.

Con respecto al tema hinchas, la gran diferencia es que la hinchada de Boca fue protagonista natural desde sus orígenes, y la de River fue una pasión inventada.


Los Borrachos del Tablón. Incluso el nombre de la hinchada
fue un robo, tomando la letra de una conocida canción que
 todas las hinchadas cantaban. Un robo al carecer de tradición.

Cada visita de Boca al Monumental desde los ‘90s generaba en dicho estadio una fiesta del local. Millonadas se ponían en manos de la barra brava para generarla. Obviamente luego la frialdad del público no podía sostener el cotillón que se mostraba con el aliento, pero el germen del desastre ya se estaba iniciando: la barra brava empezaba a controlar el club.

El final es conocido por todos: peleas, balazos, muertos, descontrol, droga, dinero. Todo se fue sumando a un River TOTALMENTE ENVIDIOSO de la realidad de Boca, sin grandes jugadores surgidos de las inferiores, comprando jugadores de segundo orden, con extrañas operaciones comerciales con ignotos clubes suizos, sin éxitos internacionales y cada vez más espaciados títulos locales, se fue hundiendo de a poco hasta que se acercó lo inesperado y como siempre era negado y minimizado: 

  • No nos vamos a ir al descenso
  • Menos a la promoción
  • La promoción la ganamos caminando


Todos estaban equivocados. Llegó el descenso. GAME OVER.


La tarde del descenso.

Todo terminó en el caos: jugadores agredidos dentro del campo de juego, un árbitro apretado en el vestuario y luego el caos: un estadio y un barrio circundante destruidos por hordas enfurecidas.

¿Podrá River abandonar su envidia, lamer en silencio sus heridas y reconstruirse para llegar a lo más alto? Depende solamente de ellos. ¿Podrán?

Carlos Diana

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